domingo, 23 de diciembre de 2012

La senda de la sangre (El canto de las espadas 1)

El Senda Roja corría con fuerza esa noche. Ritter Abendroth le había preguntado una vez a su maestro por qué el agua de aquel río era roja.

- Bueno- le había contestado el viejo caballero de barba blanca- Si le damos la razón a las leyendas se debe a la gran cantidad de sangre que ha sido derramada en sus aguas desde la época de las diez razas.

El viejo caballero lo había mirado a los ojos sonriendo, eran como dos pozas de aguas profundas, de un azul oscuro bastante raro. Ritter siempre había sentido que esos ojos podían ver en lo más profundo de su ser.

- Pero la verdad, un poco menos poética, es que las aguas obtienen su coloración roja debido a unas algas que crecen en el fondo del río- el caballero rió entre diente- Pero eso no es tan divertido, verdad.

Ritter jamás llegó a comprender la mitad de las cosas que su maestro hacía, pero una cosa era cierta, había muerto con honor.

La voz de uno de sus soldados interrumpió sus pensamientos.

- Mi señor, esperamos ordenes.

Llevaba el uniforme perfectamente arreglado a pesar de las muchas horas de marcha que había pasado, Ritter se sintió de alguna manera orgulloso por ello. Había que honrar el uniforme de soldado del Imperio.

- Acamparemos aquí esta noche. Quiero todo el perímetro asegurado, y ni una fogata o cosa por el estilo, utilizad la visión nocturna de los cascos. Sigan los turnos de guardia ya asignados al pie de la letra y todo debería ir bien.

- Muy bien, mi señor- el soldado realizó una rápida reverencia y salió corriendo a dar las instrucciones.

Ritter se quedó un poco más contemplando el fluir del río y luego se volvió hacia el campamento que ya estaba casi listo, sus hombres eran rápidos. Le dio gusto ver el dragón blanco del imperio ondeando sobre el campamento; a la luz de la luna parecía brillar con magnificencia. Pronto acabarían con los últimos restos de Resistencia en aquella zona. Y el imperio controlaría todo el Norte.

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